Después de pasar unos días en Alicante, alguien comentó a nuestros abuelos que, antes de volver a Madrid, no dejaran de visitar un pequeño pueblo de pescadores, apacible, con un bello emplazamiento y unas maravillosas playas.
Corría el año de 1946 cuando pisaron Benidorm por vez primera.
Una tartana les bajó desde la estación del trenet hasta el puerto, y de ahí una barca de pescadores les llevó a la isla. Mientras regresaban, algo sacudió a mi abuelo de tal manera que, nada más bajar del barco, se dirigió a un solar pequeño en la calle San Pedro y lo compró.
Estábamos en plena posguerra, la palabra turismo no se usaba.
Nuestro abuelo, hombre reservado y parco en palabras, pero dotado de una gran
visión empresarial, cuando se le preguntaba qué le había impulsado a tomar la decisión de comprar aquel solar frente al mar decía: “Desde el barco, vi que aquello podría llegar a ser algo muy importante.”
Aquel solar y otra casa más se convirtieron dos años después en el Hotel Miramar.
Dieciocho años más tarde, en el comienzo del llamado “boom turístico”, este hotel de blancas paredes y aspecto colonial, se demolió.
Fue entonces cuando nuestro abuelo y nuestro padre edificaron un nuevo hotel en consonancia con los tiempos: el Hotel Montemar.
Desde esa primera fecha, 1946, hasta hoy, tres generaciones han regentado y regentan esta empresa familiar que prosigue con el espíritu emprendedor de su fundador, y evoluciona en el siglo XXI.